Zoom con el cielo (para mamá)
DÍA DE LA MADRE -18.10.2020
Año 2020. SEGUIMOS en cuarentena.
No imaginábamos que las celebraciones tendrían que adecuarse a la falta de contacto, la lejanía obligada, los cuidados extremos que en muchos casos se oponen al mínimo acercamiento.
La tecnología, en su mágica dimensión, suple con pretendida simpleza los obstáculos menos deseados.
Los afectos desconocen y extrañan las caricias, los besos y los abrazos y buscan con detalle, alternativas infinitas de demostración.
Cumpleaños, aniversarios, fiestas patrias, se enmarcan en pequeños cuadraditos que a modo de ventanas, se abren en extendidos deseos de compartir.
Se acerca, entre tantas fechas el Día de la Madre.
Escucho lamentos justificados y creativas propuestas para poder salvar las distancias o intensificar las posibilidades de cercanía que puedan darse.
Muchos lamentan el no poder o no haber podido. Otros los momentos no compartidos o no queridos. Más, reniegan de una cuarentena tan necesaria como odiada.
Las frases de la quejas, son infinitas y tres generaciones se esfuerzan para poder obtener los medios más parecidos a la cercanía y poder festejar el Día de la Madre.
En esa trilogía de personajes deambulan, nietos, hijos y abuelos y, seguramente, los diseños tecnológicos algo harán posible de la mano de la virtualidad.
Es en ese instante donde me detengo. Un brillo de ilusión me ilumina y en nostálgico recuerdo, pienso en mi madre.
Yo tenía casi 52 años cuando se fue, en un viaje de ida llevando una parte de mí que solo ella y yo sabemos de qué se trata y no viene a cuento. Es nuestro secreto.
Hoy, cuando tengo 68 y soy abuela y seguramente participaré del encuentro especial del Día de la Madre, se me ocurre imaginar que la cuarentena podría darme, entre tantas cosas, una posibilidad impensada.
¿Por qué no podría averiguar si hay Zoom con el cielo? Tal vez no sea muy buena la señal. Seguramente no tengamos buena imagen o buen sonido. Tendría que averiguar si hay diferencia horaria.
Pero, por un momento sueño con que nosotros, los que tenemos padres viajeros hacia el cielo, podríamos tener nuestro Zoom. El que sea, el que se pueda, el que imaginemos y con nuestra distancia, sostenida en mucho más de ciento ochenta días, sin besos, ni abrazos, ni caricias.
En esa aventura, podríamos hacer una celebración en el espacio celeste, que armen las nubes e ilumine el sol.
Estoy segura que la imagen de mi madre será la de mis recuerdos.
Que su voz será la que guardo en mis oídos, con sus palabras.
No necesitaré fotos, ni claves, ni códigos de ingreso, ni invitación especial.
Estaré casi igual que todos los demás ese domingo, aproximando festejos en una tecnología tan fría como útil y necesaria.
Pero saben algo… tengo una gran ventaja…y no me quejo… Ya aprendí a sentir a mi madre solo en mi corazón.
María Silvia Machicote